8 de enero de 2013

{la navidad y la infancia}

Durante estas navidades, he reflexionado mucho acerca de cómo viven los niños, o cómo les hacemos vivir, la Navidad. Recuerdo vagamente la magia con la que la viví en mi propia infancia: trabajos en el colegio para preparar la Navidad, sacar las cajas para decorar la casa, vacaciones y reuniones familiares con todos los primos,  cosquillas en la tripa al cambiar de año, ilusión por que los Reyes me trajeran aquel juguete que había pedido (y que no siempre llegaba)...recuerdo el día de la cabalgata y cuando, al llegar a casa cargada de caramelos, los Reyes ya habían dejado los regalos. 

 Con el tiempo descubrí el misterio de los Reyes y aunque para mí no fue una desilusión muy grande,  poco a poco todo esto dejó tener su "magia". En mi adolescencia aborrecía incluso las reuniones familiares, no estaba de acuerdo con engañar a los niños de esta manera, con las compras compulsivas, y con el despilfarro de comida y bebida al tiempo que se piden donativos para los pobres. Me parecía un negocio como otro cualquiera, y aún hoy en cierto modo lo sigo viendo  así.
Pero con la llegada de mis sobrinas, parte de la magia con la que yo lo vivía ha regresado, aunque no en su plenitud.  Sigue habiendo cosas que me chirrían, que no van con mi forma de pensar. Y esto me ha llevado a valorar  cómo me gustaría vivirla cuando tenga mi familia. Y sé que hay ciertas cosas que quiero conservar.
Por ejemplo me he sentido muy identificada con estas frases que  he sacado de un artículo de Kireei, ahí van: 

  • La Navidad es la fiesta de la Luz, del solsticio, del fin del acortamiento de los días y del renacimiento del día que se alarga, es una fiesta de esperanza, de recogimiento, de estar con las personas más queridas resguardándose del frío, de dar y recibir.
  • Es una tradición que,  con la repetición del ciclo, diferentes generaciones han ido añadiendo significados y renovando el sentido de la fiesta. A mi eso también me gusta, me recuerda que seguimos formando parte de un planeta que gira sin nuestro concurso, me liga a la tierra donde vivo, me recuerda las generaciones que vivieron antes de mi (trayendo, a veces de muy lejos, costumbres y maneras de hacer) y me llena de ilusión al poder compartirlo con la familia y en especial con:
  • los niños, pues la Navidad es también la fiesta de los niños, que son nuestra promesa de futuro. Y aquí es donde yo quiero incidir. 

Si es un ciclo festivo que se repite cada año, si los protagonistas son los niños,. si son la promesa de futuro, entonces hemos de cuidar muy bien qué les estamos enseñando en estos días y qué están aprendiendo de nuestra forma de vivirla.
Me apena mucho ver cómo los anuncios de TV y catálogos de juguetes de grandes superficies son los primeros en atiborrar a los niños de deseos e ilusiones engañosas, de últimas y tentadoras novedades del mercado.  La mayoría de estos juguetes son  de plástico con envoltorios muy sofisticados y  grandes embalajes, con todo lujo de detalles, colores, sonidos reales... pero  ideados desde el punto de vista del adulto, y no del niño.  Apenas tienen opciones de juego y  no son nada creativos, por no hablar de las connotaciones sexistas que conllevan...eso daría para otro año de reflexión. Y como resultado tenemos niños aburridos que no saben jugar, y eso me parece tan triste...todos hemos visto alguna vez el típico caso en el que triunfa más la caja que el juguete, o el niño que termina jugando con las pinzas de tender en vez de con los juguetes  que hemos comprado para él. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en atiborrarles con juguetes sofisticados? ¿No debería primar la calidad frente a la cantidad? ¿Les estamos enseñando de esta manera valores como la honestidad, el cariño, la alegría, el amor o el respeto que tanto se predica en estas fechas? 
Por todo ello respiro y.....grito: ¡Fuera estos catálogos de sus manos y los anuncios de tv de sus ojos!

Luego nos encontramos con las típicas  frases amenazas  de "¿has sido bueno?" "pórtate bien  que te están viendo los reyes magos...".  Vuelvo a recurrir a otro  artículo muy bueno de kireei en el que se habla de esto: los regalos deben ser regalos y no recompensas. Es decir, su cantidad o calidad no debe asociarse nunca al comportamiento durante el año. La razón de esto debería entenderse por el mero hecho de imaginarnos, como adultos, que tuviéramos que soportar la tensión y el estrés que nos supondría el estar vigilados 24h al día 365 días al años lo que hacemos bien y lo que hacemos mal. Os recomiendo leer esta carta a los Reyes Magos...

Y para terminar me gustaría reflexionar sobre el hecho tan comúnmente  aceptado  de engañar a los niños con el tema de los Reyes. Y aunque acabo de leer una preciosa historia  para contar a los niños ya más mayores cuando descubren la verdad (aunque cambiaría el final y en vez de que la niña fuese a por dinero de la hucha, fuese a hacerles un dibujo o algo con sus manos) no termina de convencerme la parafernalia que se monta en torno a la mentira. 
Quizás si fuesen regalos sencillos, o UN regalo especial, acompañado de otros ritos y tradiciones como pasar tiempo en familia, pudiera pasar. Pero lo que tengo claro es que no quiero caer con mi familia, cuando la formemos,  en esa trampa envolvente de consumismo en Navidad. 




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